Durante más de quinientos años, como pueblos originarios hemos resistido sin renunciar a la esperanza de recuperar nuestros territorios ancestrales. Replegados en las montañas y vulnerados por las armas y las acciones de quienes desde la legalidad y la ilegalidad han tomado nuestras tierras, nos reconocemos como un ejemplo de resistencia y dignidad más allá de nuestros límites territoriales.
Los logros organizativos que hoy nos identifican vienen de muy lejos en el tiempo y tienen como fundamento las experiencias políticas de las luchas de nuestros mayores y antepasados. Estas experiencias se expresan en las memorias transmitidas a través de generaciones y son construidas desde nuestras nociones propias de la realidad. A partir de los caminos recorridos en la constante lucha por la defensa de nuestro territorio, las desarmonías y las orientaciones espirituales, impartidas por los mayores y tejidas por nuestros líderes y comunidades, la experiencia nos ha mostrado la necesidad de una organización propia de los pueblos originarios, basada en nuestra realidad histórica y en la lucha y unidad de todos los pueblos, entendiendo que la unión nos ha dado la fuerza por la que hoy se reconoce el proceso organizativo: la fuerza de lo colectivo.