El diálogo se plantea como un intercambio horizontal entre personas que reconocen, entienden y valoran sus diferencias de pensamiento. En esta ocasión, la conversación gira en torno a la comprensión del mundo, la organización política, los conocimientos y las prácticas medicinales-espirituales de algunos pueblos indígenas, con el fin de seguir incentivando el diálogo sobre la memoria histórica del conflicto, que aún persiste, y de tejer caminos para sanar.
Alentar el diálogo entre pensamientos distintos permite transformar los imaginarios errados y desdibujar calificativos negativos sobre los otros. Nos invita a reconocernos como ciudadanos con diferencias en nuestra manera de ser, pensar, sentir y habitar el mundo, pero que pueden convivir y aprender de los demás, siempre a partir de acuerdos basados en el respeto, la tolerancia y la defensa de la vida.
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Todo lo que en esta tierra hay es vida, ya sean los peces, los animales, entre medio está el hombre también. Todo este mundo tiene una historia. Esa historia ha venido y va a seguir en adelante. En el transcurso de esta historia han sucedido muchas cosas. Todas esas cosas que han venido sucediendo con nosotros como personas, buenas y malas, desde nuestro principio cultural se trata de enfriar, de sanar, de darle un aire de vida para que nosotros sigamos perviviendo más adelante.
Milenariamente en el pueblo Bora siempre hemos tenido espacios de sanación, de curación, de bendición. Ese canto se refiere a un pajarito que está en el monte, es una panguanita bien pequeñita, se escucha en toda la selva de nuestro resguardo. Dice que por medio del tabaco el abuelo cura y con ese tabaco él bendice todo lo que es la cosmogonía para el bien de la humanidad y del mundo.
Desde la concepción de nosotros los Boras, el tema de los crímenes no tiene reparación. La tradición de nosotros dice que un crimen no se paga ni con un maletado de ambil, ni con un kilo de coca. Pero sí podemos armonizarlo, darle ánimo a la vida para continuar porque la vida sigue, la vida no termina ahí. Necesitamos una palabra de aliento.
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Es un canto de purificación. Un niño nace con pecado original, por ejemplo, nosotros lo cantamos en ese momento, en un bautizo. El canto dice escuchen, si no tuviéramos a los abuelos de vida, el hombre blanco ya nos hubiera terminado. Gracias a la lucha, al poder y a la resistencia de nuestros abuelos que nos dieron la yerba fría, para endulzar y enfriar.
Vamos a resaltar la esencia viva del tabaco, del mambe, de la yuca dulce y de los frutales. Ahí está la memoria, está impregnada.
Este es un mensaje para la humanidad, la sanación como pueblo indígena lo estamos haciendo y lo seguiremos haciendo, pero las instancias nos tienen que escuchar, tienen que enfriar, tienen que ablandar esos corazones. Este es un grito, no para nosotros que somos un pueblo unido. Por este medio vamos a reflejar la esencia de lo que somos y lo que seremos, para que desde ese vientre de la madre naturaleza, que está herida y somos sus hijos, proclamemos un mensaje que se nos escuche. Aquí vamos a hacer valer los principios de nosotros como pueblos indígenas. Este es un rezo, es un mandato que compartimos de manera espiritual.