Cuando un joven –mujer u hombre- abandona un grupo armado enfrenta muchas dificultades. Muchas veces sufre el rechazo y el estigma de su entorno social, así como el miedo que le produce ser señalado por su pasado. Esta situación se agrava por la dificultad de conseguir un trabajo sin tener recomendaciones laborales o antecedes que puedan servirle como referencia.
Un joven que abandona las filas de una organización armada también está expuesto a nuevos actores que quieren reclutarlo por su formación bélica. Por eso son necesarios los programas creados por el gobierno para la reintegración de personas excombatientes a la vida civil, no solo para brindar oportunidades a los y las jóvenes que han dejado estas organizaciones, sino para trabajar también con la sociedad que los recibe.
“La vida de Adriana cambió a sus 16 años, cuando el CTI la capturó junto con ocho guerrilleros más, dos de ellos también menores. “Pasé de correccional en correccional. Hasta que un día decidí portarme bien”, dice, mientras en su cara se dibuja una sonrisa. Con más de 20 años, a Adriana le llegó el momento de volver a asumir la vida de civil con su familia. Ya no reconocía a su madre, ni a sus hermanos y al principio se le hizo difícil volver a adaptarse. “Mi mamá, mi papá, no parecían mis papás”, recuerda. Solo con ayuda psicológica y después de pasar por tratamientos con varios psiquiatras, pudo estabilizarse. Con la Agencia Colombiana para la Reintegración inició un proyecto productivo con el que pudo retomar su vida. Terminó la primaria, luego el bachillerato, recuperó el tiempo perdido. Estudió Mercadeo y Ventas, Inglés y después llegó la oportunidad de estudiar Medicina. Autor: Diario El Tiempo Título: Tenía que llevar a la guerrilla 3 niños por semana Fuente: https://www.eltiempo.com/politica/justicia/reclutamiento-de-menores-guerrilla-venia-por-mi-hermano-pero-me-llevo-a-mi/15240878
A sus 29 años, Pablo* sabe qué se siente disparar un fusil, conoce la logística para volar oleoductos y tiene la capacidad de aguantar hambre y caminar días enteros por la selva colombiana. Pero jamás ha ido a cine, uno de sus sueños. Tampoco ha entrado a un estadio, aunque cuando era niño se la pasaba horas enteras jugando con sus amigos en una cancha polvorienta. A los 13 años, este hombre ingresó a las Farc junto con otros siete compañeros con los que cursaba quinto de primaria en una escuela de una vereda en Putumayo. Sucedió en 1997, en contra de la voluntad de sus padres y de sus cinco hermanos, de los que nunca más tuvo noticias. «A mi vereda no llegaba nadie aparte de las Farc, eso era lo que conocíamos y yo, de verdad, estaba convencido de que mi vida debía llevarme a esas tropas, donde los hombres y hasta las mujeres se ponían uniforme y utilizaban un fusil», recuerda Pablo, quien se desmovilizó el 11 de mayo del 2007. Su historia la cuenta tomado de la mano de Marcela*, una empresaria de uniformes y que decidió darle empleo como mensajero Autor: Diario El Tiempo Título: Guerrilleros reinsertados cuentan cómo viven su nueva vida