El conflicto armado en Colombia nos ha afectado durante más de cincuenta años de múltiples formas y ha dejado heridas en nuestra sociedad que tardarán años en sanar. Pero no todos hemos padecido la guerra de la misma manera: los indígenas, las mujeres, los afrocolombianos, los campesinos, los niños y las niñas han sido víctimas de distintas violencias y son quienes las han sufrido con mayor intensidad.
Es necesario que el país reflexione sobre esta situación que ha pasado inadvertida para muchos colombianos, que se visibilicen los rostros y las voces de miles de niños y niñas que han perdido su infancia y, en muchas ocasiones la vida, a causa de la guerra. Es urgente que el país y la escuela vuelvan la mirada sobre las distintas formas en que los actores armados han usado a los niños y niñas para alcanzar sus propósitos. Volver la mirada no implica quedarnos en el dolor de las historias, sino rescatarlas para romper con uno de los motores que ha permitido la persistencia de la guerra: la indiferencia.