Magdalenas por el Cauca
- Magdalenas por el Cauca
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Magdalenas por el Cauca es una iniciativa de los artistas Gabriel Posada y Yorlady Ruiz que rinde homenaje a las personas desaparecidas y a sus madres, mientras denuncia el horror que han tenido que vivir los habitantes de poblaciones a las orillas del río Cauca. Es un proyecto colectivo y colaborativo con las comunidades más afectadas por la violencia como los habitantes de Trujillo y Cartago. Posada y Ruiz lideran talleres donde se definen los temas y las imágenes más significativas de los desaparecidos para la comunidad, se construyen las balsas y por último, convocan a un acto simbólico en la orilla del río para ponerlas a navegar.
Las balsas cargan imágenes de las madres y de sus desaparecidos, símbolos del dolor y recuerdos de las personas cuyos cadáveres han flotado sobre las aguas del río Cauca, un lugar de búsqueda, impunidad y olvido. Durante el proceso, Yorlady Ruiz realiza un performance que evoca la leyenda popular de la Llorona y transmite el duelo y la desolación de las mujeres que siguen pidiendo justicia.
La masacre continua de Trujillo es un caso particular dentro de los hechos violentos que ha dejado el conflicto armado, pues fue una matanza que duró ocho años. Entre 1986 y 1994 ocurrió una serie de asesinatos, torturas y desapariciones ininterrumpida que la convirtieron en una gigantesca masacre, perpetrada por los paramilitares del norte del Valle. Los crímenes dejaron 245 víctimas. Sin embargo, el drama de Trujillo no se reduce a esos ocho años, pues, además, ha estado bajo la presión de diferentes grupos armados como el ELN y otros ligados al narcotráfico.
Fue de hecho la presencia de las guerrillas en el norte del Valle la razón para que miembros de la Fuerza Pública hicieran parte de una alianza que incluía a actores regionales ligados al narcotráfico, que veían en grupos como el ELN una potente amenaza para el poder político, económico o social. Se consolidó así una variante del paramilitarismo que prolongó los años del terror en esa región del departamento y que alcanzó su punto más crítico en 1990, con las desapariciones en el corregimiento de La Sonora, la desaparición de ebanistas, el asesinato del sacerdote Tiberio Fernández y la desaparición de sus acompañantes.