Los incontados: un tríptico : Museo de Memoria de Colombia

Los incontados: un tríptico

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Los incontados: un tríptico relata tres fiestas simultáneas en un mismo escenario. La primera tiene lugar en una casa de familia de los años sesenta, donde un mago encarna la historia de los movimientos guerrilleros, la segunda sucede en una calle de Guapi, donde hombres enmascarados celebran la fiesta de los Santos Inocentes. La última fiesta, privada, ocurre en algún lugar de la selva colombiana donde un reconocido narcotraficante ensaya su discurso sobre la legalización de la droga.

A partir de una mezcla de archivos, testimonios, documentos reales y ficticios, actores, testigos, sonidos procesados y música en vivo, se muestran tres caras de la violencia en Colombia (paramilitarismo, narcotráfico y guerrilla).

Desde mediados de la década de 1990, las guerrillas, los paramilitares y, actualmente, las bandas criminales, formadas en su mayoría por los remanentes paramilitares que no se desmovilizaron, han sido los victimarios en el conflicto armado interno en Colombia. Si bien ambos grupos -guerrillas y paramilitares- han tenido orígenes y razones de ser diferentes, una característica que han compartido -y que los ha enfrentado-  ha sido la producción y tráfico de drogas.

Por un lado, la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, la más fuerte del país, tuvo su origen en una lucha por las exigencias agrarias y también fue consecuencia de una ruptura con la violencia bipartidista que vivía Colombia hacia mediados del siglo XX. A diferencia de otras guerrillas colombianas que surgieron con una marcada influencia de la Revolución Cubana, las Farc nacieron en el ámbito puramente campesino. Con el tiempo, sin embargo, la lucha por las exigencias de justicia social se fue deformando hasta caer en el crudo terrorismo y narcotráfico.

Los paramilitares, por su parte, fueron la deformación de las autodefensas que surgieron como respuesta a la creciente amenaza de la guerrilla en los años 60. Los grupos paramilitares a nivel regional se aliaron con las élites que hacían frente a la insurgencia, incluso con apoyo de la oposición en el seno de la institucionalidad militar, cercana históricamente a dichas élites. Los paramilitares también desfiguraron cualquier motivo inicial y se dedicaron a sembrar el terror en las zonas rurales, financiados por el narcotráfico, acusando a comunidades enteras de ser amigas de las guerrillas.