El arte y la comida nos recuerdan lo que somos
- Costurero de Juan Frío
- Fundación 5ta con 5ta
- Obra
- Contexto
En el marco de la itinerancia del Museo de Memoria en la ciudad de Cúcuta y como parte de las acciones artísticas de JUNTOS APARTE, la Fundación 5ta con 5ta lideró talleres de costura junto a las tejedoras de Juan Frío. El resultado fue un textil bordado a mano con las palabras “Memoria. El arte y la comida nos recuerdan lo que somos”. El tejido incluye algunas preparaciones culinarias e ingredientes comunes de la frontera colombo venezolana como el cacao, la piña, las arepas, los fríjoles y el plátano. Este tejido se basa en las historias de vida de Laura Nataly Sierra y Jacob Sharon, invitados al conversatorio gastronómico “Vivir en la frontera”, organizado por el Museo de Memoria en la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero.
“Yo estoy compartiendo un dulce de cacao, como una especie de chocolate artesanal, con el típico dulce de plátano y yuca que se elaboraba en el Catatumbo recurrentemente en las fiestas como aperitivo. Hubo un tiempo que se dejó de preparar a causa de la violencia porque estos productos empezaron a escasear, la gente dejó de cultivar, se desplazaron, las mujeres que lo preparaban se fueron, llegaron las petroleras a los territorios y las empresas de palma, y nuestra cultura cambió drásticamente”, explicó Jacob Sharon joven líder de Tibú, Norte de Santander.
En cuanto a la unión que se produce gracias a la comida, Laura Nataly Sierra, quien se desplazó a Venezuela y retornó, destacó que la cocina fortalece los lazos entre las comunidades y las familias en los territorios. “La gastronomía es universal, une fronteras, une familias, compartiendo y dando aportes de lo que nosotros conocemos y sobre lo que nosotros queremos conocer de otras personas. Compartir las recetas de casa, de nuestra cultura”, complementó Laura Nataly.
Cúcuta, en Norte de Santander, es la ciudad más grande de Colombia en los límites con la frontera venezolana. En la actualidad es una de las mayores receptoras de inmigrantes provenientes de la crisis de Venezuela. Según datos de Migración Colombia, en el país hay 1.408.055 venezolanos, de los cuales 185.433 están en Norte de Santander. Este panorama, sumado a las violencias internas que se viven en la zona por parte de los grupos armados ilegales con enfrentamientos, asesinatos y amenazas a las comunidades, ha provocado el desplazamiento de cientos de personas de las zonas rurales a diferentes partes del país y fuera de él.
El Catatumbo, especialmente el municipio de Tibú, es una región estratégica ubicada en la frontera con Venezuela. Cuenta con innumerables riquezas naturales renovables y no renovables. Todos los actores armados se han disputado su control y sus habitantes siempre han vivido en medio del conflicto. En los años ochenta, el petróleo, el oro, la coca, la política antidrogas, la agroindustria de la palma de cera y el auge minero energético configuraron un panorama de conflicto y violencia en la región. La presencia de guerrillas de las Farc, ELN y EPL, y más tarde la entrada de los paramilitares, han hecho que en la región se presenten todos los tipos de victimizaciones: solo en El Catatumbo se registran 31 masacres y cerca de 34 mil desplazados. Hoy en día la situación sigue siendo grave.
Desde mayo del 1999, los paramilitares del Bloque Catatumbo -creado y organizado por órdenes de Vicente y Carlos Castaño- empezaron a llegar a la zona con el objetivo de desterrar a los grupos guerrilleros, y tomar el control de la producción y distribución de coca. Como en todos los rincones de Colombia donde hubo disputas territoriales, la población de Juan Frío quedó en medio del fuego cruzado. Desde 2013, la Unidad para las Víctimas reconoció a los habitantes de Juan Frío como sujetos de reparación colectiva. Es decir, el Estado colombiano admitió que esta comunidad sufrió constantes hechos de victimización y vulneración de sus derechos, y que por lo tanto requiere una atención especial.