Cantos del Carare – Memorias de una resistencia campesina : Museo de Memoria de Colombia

Cantos del Carare – Memorias de una resistencia campesina

  • Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare
  • Música y sonido
  • Tierra
  • Discografía
  • Obra
  • Contexto

Entre rancheras, corridos, vallenatos, sonidos del campo, porros e historias cantadas al compás de un tambor, Cantos del Carare: Memorias de una resistencia campesina, creación de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare resalta las exigencias de los trabajadores para que no los involucren en ninguno de los bandos del conflicto armado. Sus letras plasman la historia de cohesión y la resistencia de estos campesinos que se han parado fuerte ante los actores armados y han mantenido su identidad a pesar de todos los grupos que tienen intereses en la región que habitan. Su memoria se traduce en estas historias narradas con canto.

La Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) es una organización creada el 14 de mayo de 1987, por la unión de 36 Juntas de Acción Comunal y 14 organizaciones de base, como respuesta a las continuas violaciones a los Derechos Humanos por parte de los grupos armados presentes en la cuenca del río Carare, al sur del departamento de Santander. A pesar de que sus dirigentes fueron asesinados el 26 de febrero de 1990, han continuado su trabajo y se han mantenido por 27 años con estrategias de diálogo y desarrollo. La ATCC es una de las primeras manifestaciones campesinas de resistencia pacífica a la guerra.

El 26 de febrero de 1990, en Cimitarra, zona del Magdalena Medio perteneciente a Santander, fueron asesinados Josué Vargas, Saúl Castañeda y Miguel Ángel Barajas, los tres líderes de la ATCC, quienes en compañía de Silvia Duzán, realizaban un documental sobre la experiencia de resistencia pacífica de la Asociación. Estos líderes campesinos, que promulgaban su neutralidad frente a los actores armados que operaban en su territorio -FARC, fuerza pública y grupos paramilitares- habían sido señalados de promover la desmilitarización de la zona para favorecer las acciones guerrilleras.  

Estos hechos, que permanecieron en la impunidad por más de dos décadas, se sumaron a las casi 30 masacres cometidas por las Autodefensas de Puerto Boyacá. Este grupo paramilitar fue conformado en la región del Magdalena Medio a finales de la década de los setenta con apoyo de ganaderos, sectores militares y, posteriormente, de narcotraficantes articulados alrededor del grupo Muerte a Secuestradores (MAS).

El departamento de Santander ha sido escenario de numerosos episodios de despojo de tierras, desplazamiento forzado, masacres, reclutamiento de menores, entre otros. Uno de los hechos más recordados es la masacre perpetrada el 18 de enero de 1989 en el corregimiento de La Rochela, municipio de Simacota, en la cual alrededor de 40 hombres de las Autodefensas de Puerto Boyacá asesinaron a 12 funcionarios judiciales. La comisión masacrada estaba investigando casos de asesinatos selectivos y masacres en el Magdalena Medio perpetrados por la alianza entre grupos paramilitares, sectores de la Fuerza Pública y el cartel de Medellín, representado en la zona por Gonzalo Rodríguez Gacha, principalmente.

Después de la caída de sus principales líderes, las Autodefensas de Puerto Boyacá se desmovilizaron en 1991. Sin embargo, tres años después, Arnubio Triana, alias Botalón, volvió a conformar el grupo paramilitar y asumió su comandancia hasta la segunda desmovilización que tuvo lugar el 28 de enero de 2006.   

Durante su existencia, este grupo paramilitar se caracterizó por cometer hechos de violencia como los homicidios selectivos, las masacres, las prácticas de exterminio social o los frecuentes casos de desaparición de cadáveres en las aguas del río Magdalena. A partir de su vinculación con sectores económicos legales e ilegales, también logró un nivel de articulación con actores institucionales y militares que lo llevaron a ejercer un control social y económico casi absoluto en la región del Magdalena Medio.